En Los vigilantes, Diamela Eltit profundiza en el conflicto familiar de una madre que se niega a aceptar las críticas y el constante acoso del padre por el cuidado que esta le entrega al hijo que tienen en común. Gracias a esto, quedan al descubierto, mediante un estremecido uso del lenguaje, las desiguales relaciones de poder que se dan entre la autoridad paterna y la subalterna posición de la mujer. La diferencia de géneros se desplegará entonces como alegoría que representa marginaciones en otros ámbitos.

Mediante la correspondencia privada intercambiada entre la madre y el padre, el lector se transforma en testigo directo de la desvalorización de la mujer mediante mecanismos de asedio, subordinación y amenaza infringidas por una sociedad que fragiliza y convierte en irracional el discurso femenino que lucha por empoderarse.

La claustrofobia que recorre la novela devela la tremenda fuerza de los sistemas culturales, políticos y sociales que definen la relación de una mujer con el clima represivo que la dictadura chilena legitimó, con lo que Los vigilantes se transforma en un cabal ejemplo de la narrativa de resistencia desarrollada por la autora a lo largo de sus obras.